martes, 23 de octubre de 2007

PRÓLOGO Francisco Jesús Martín Milán

En primer lugar, debo decir que es para mí un honor prologar esta novela y por ello expreso mi más sincero agradecimiento a su autor, mi tío, Miguel Milán Salazar, por confiar en mi persona para tan digno y bonito trabajo. Y digo esto porque siempre que se publica una novela es un estupendo acontecimiento, ya que la cultura crece y con ella lo hacen sus amantes.

Sin más dilación voy a proceder a adentraros en la impronta de don Miguel, y le llamo así por su interés, su dedicación y su esfuerzo encomiable por llevar a cabo con especial ímpetu su mayor sueño, el ver publicado todo su trabajo y así inmortalizar si cabe el emporio de su intelecto.

Desde muy pequeño pude comprender y observar las inquietudes culturales que residían, no de alquiler sino de oficio, en la persona de Miguel Milán Salazar. Los vínculos gentilicios que nos unen me facilitaron el conocimiento de sus pasiones, de sus particularidades y de sus aptitudes para con las manifestaciones culturales.

En cierta ocasión tuve constancia de sus incursiones en abrigos naturales, de sus intentos de reconstruir restos cerámicos perdidos, de la creación de mapas de espeleología en el ambiente localista, del espíritu constructivo que le poseía…

Pero esta idiosincrasia creadora fue fagocitando datos y el interés por la cultura fue creciendo en forma de colecciones filatélicas y literarias, constantes lecturas novelescas, elaboraciones poéticas, que hacían denotar el espíritu romántico y apasionado de Miguel. A todo esto deberé añadir sus pinitos en el dibujo, de hecho la familia conserva algunos retratos de mujer que bien pueden pasar por obras de arte intimista.

Sus curiosidades le llevaban en multitud de ocasiones a pasar las horas muertas en el rincón de la cocina escuchando a su madre, la cual le relataba las andanzas y desventuras de los tiempos de antes, como bien decía mi abuela. Miguel archivaba y procesaba cada comentario, cada ínfimo detalle por pequeño que fuese, cada personaje y por momentos, imaginaba en el espacio/tiempo los avatares reales que mi querida "mamica" le hacía percibir contándole el fruto de su experiencia y los dichos e historietas del lugar.

Es por todo esto por lo que Miguel Milán fue forjando una identidad cada vez más proclive a los eventos culturales. Participó e incluso ganó algún concurso de poesía local (Cristo de Dalías, año 2003). Y visto su gusto por la lírica, su techo aún se prevé muy alto, pues durante los últimos años ha ocupado casi todo su ocio en evocar un pasado aún cercano en el tiempo, apoyado en dos factores que le han influenciado directamente:

. El primero, sus ganas de apasionarse y de apasionar, su riqueza lingüística y su honda sapiencia cognoscitiva del ambiente localista de posguerra, momento clave en el que ha encuadrado su vigorosa novela.

.El segundo, el ir progresando desde su interés jovial hasta rodearse de las ciencias de las letras por completo, su interrelación con ámbitos que propugnan la sabiduría y que llevan el cultivo de la cultura por bandera (el Casino de Dalías); su idea de crear un asociación cultural en su pueblo (Turón) y sobre todo amistades potenciales a nivel de eruditos y especialistas en la cultura.

El último derecho de pernada es un reclamo al ímpetu posbélico, al resurgir de una nueva identidad forjada en la sociedad de la autarquía y al anquilosamiento reminiscente de los últimos reductos medievalescos en un mundo rural, apartado de los avances industriales y tecnológicos, y de la modernidad en definitiva.

La novela de Miguel trata de sacar a la luz y de desempolvar los momentos más difíciles de una sociedad que a veces la historiografía no ha sabido desenterrar de la forma más acertada.

La cultura de los pueblos, réquiem del derecho consuetudinario romano, pervivencia sunnita de antiguas civilizaciones islámicas, pero que a la postre ha quedado abnegada por las aguas del proceso de urbanización, el éxodo rural y la dualidad interior/periferia, es lo que aquí se intenta redescubrir, fomentar y tratar de cumplir una función didáctica para todos aquellos librepensadores que evocan el pasado de los viajeros románticos que recorrieron nuestra tierra allá por el siglo XIX.

Pero, pensando en la parafernalia existente en una sociedad eminentemente rural, la España del primer franquismo, la época de las cartillas de racionamiento, la de una España aún inmersa en su transición demográfica, con el fantasma de la autarquía enriqueciendo cada vez más al rico y empobreciendo cada vez más al pobre, y donde la clase oligarca aún perdura con mucha fuerza en el mundo rural y cuyas raíces ahondan en el Antiguo Régimen para perdurar en forma de aristocracias de sangre y oligarquías caciquiles aún más poderosas tras los distintos procesos desamortizadores que desde Godoy a Pascual Madoz, pasando por las leyes del Trienio y Don Juan Álvarez de Mendizábal, acrecentarían en demasía esas diferencias sociales, políticas y económicas entre dominantes y dominados.

Miguel Milán nos ofrece una velada apasionante en cuanto al tema del honor, de la honra y la deshonra, de la virtud y la promoción social en un mundo local carente por completo de clase media; la época de los señoritos, descendientes del fervoroso
caciquismo desarrollado en la Restauración mediante el “Sistema Canovista”, los avatares del maquis con la Guardia Civil tras un siglo de existencia desde que la fundase el Duque de Ahumada, así como los problemas en cuanto a la proliferación de enfermedades tan comunes de un período caracterizado por las constantes hambrunas y la malnutrición.

El presente libro nos aporta un minucioso fotografiado de los personajes, de las gentes de una época, de vencedores, de vencidos, de privilegiados, de sobreexplotados, de figuras locales y oficios perdidos en una España aún cercana en el tiempo y mucho más, si cabe, en el recuerdo.

Es por todo ello, por lo que os invito directamente a que os dejéis llevar por esta lectura intensa, rápida y que seguro que os envolverá en un constante sinvivir y que por momentos os trasladará a un tiempo fascinante, a la vez algo marginado, en la historia de España.

FRANCISCO JESÚS MARTÍN MILÁN